Si tomamos el símil de un combate de boxeo, sería saber esquivar los golpes del contrario y golpear a continuación, no se trata de soportar continuamente los golpes y aguantar hasta el final, eso no es resiliencia es otra cosa, y solo nos lleva al fracaso. El exceso de trabajo y el agotamiento son lo opuesto a la resiliencia.

Hoy en día, vivimos en una sociedad en la que las tecnologías de la información y comunicación nos permiten trabajar desde cualquier lugar y a cualquier hora, pero ¿es esto realmente productivo? ¿Hay otros factores que influyen en la productividad del trabajo?

Uno de los conceptos que solemos dejar de lado y que consta como clave para realizar un buen trabajo es la resiliencia. La mayoría de las veces el problema proviene de que no entendemos bien el significado de ser resiliente y el impacto resultante del exceso de trabajo.

La falta de un período de recuperación en nuestro día a día frena nuestra capacidad para ser resilientes y exitosos. Actualmente, es importante remarcar la realidad de cómo la tecnología extiende nuestras horas de trabajo y, por lo tanto, interfiere con la necesaria recuperación cognitiva, lo que da lugar a enormes costos de atención de la salud y costos de rotación para los empleadores. La idea de que cuantas más horas trabajemos más productivos vamos a ser es un error excesivamente extendido.

Parar no es sinónimo de recuperación o resiliencia ya que, para ello necesitamos períodos de recuperación internos y externos;

Internos, pausas breves de relajación dentro de la jornada laboral o del entorno de trabajo, cambiando la atención o cambiando a otras tareas de trabajo.

Externos, se refieren a las acciones que tienen lugar fuera del trabajo, por ejemplo, en el tiempo libre entre los días laborables y durante los fines de semana o las vacaciones. En relación con estos períodos de recuperación, cabe destacar la homeostasis como un concepto biológico fundamental que describe la capacidad del cerebro para restaurar y mantener continuamente el bienestar, muy entrelazado con la consecución de la resiliencia.

Recientes investigaciones publicadas en el Hardvard Business Review, afirman que existe una correlación directa entre la falta de recuperación y el aumento de la incidencia de problemas de salud y seguridad. Y la falta de recuperación, ya sea interrumpiendo el sueño con pensamientos de trabajo o teniendo una excitación cognitiva continúa viendo nuestros teléfonos, está costando a nuestras empresas 62 mil millones de dólares en un año en productividad perdida. 

En un estudio publicado por investigadores de Noruega, estos encontraron que el 7,8% de los noruegos se han convertido en adictos al trabajo, es decir, estar demasiado preocupado por el trabajo e invertir tanto tiempo y esfuerzo en trabajar que perjudica otras áreas relevantes de la vida.

Además, hay veces que sacrificamos el sueño para intentar ser más productivos, pero irónicamente nuestra pérdida de sueño, a pesar de las horas extra que pasamos en el trabajo, se suma a 11 días de pérdida de productividad por año por trabajador, o alrededor de $2.280 anualmente.

Algunas sugerencias para controlar los períodos de adicción y descanso del trabajo pueden ser aplicaciones como Instant o Moment para, por ejemplo, ver cuántas veces enciendes el teléfono cada día. La persona promedio enciende su teléfono 150 veces al día. Si cada distracción tomara solo 1 minuto, eso representaría 2,5 horas de cada día.

Tras conocer mejor en qué consiste la resiliencia y cómo puede afectar esta a nuestra forma de trabajo y socialización, desde DLQ tenemos el propósito de trabajar alineados con una filosofía que considere como primordiales los periodos de recuperación en el trabajo y que consiga de esta manera el aumento de la productividad y la probabilidad de promoción dentro de la empresa. A través del Programa Kit Digital financiado por el Ministerio de Asuntos Económicos y Transformación Digital, DLQ proporciona a tu empresa soluciones de digitalización de la mano de expertos resilientes que apuestan por la innovación continua, que se toman el fracaso como parte del proceso de aprendizaje y que llevan a las empresas a alcanzar su mayor potencial, de una manera, alegre, resiliente, y optimista. Con una cultura que introduce herramientas que potencian el trabajo en equipo, la disrupción y la digitalización de nuestras pequeñas empresas y autónomos.